La ciudad. Calles sucias, ruido de tráfico. Un hombre está sentado esperando el autobús. Es el BARDO.
BARDO: Yo a las cabañas bajé, yo a los palacios subí.
APUNTADOR: Oiga, que eso es del Tenorio.
BARDO: Da igual, es un homenaje.
APUNTADOR: Pero en el libreto no viene.
BARDO: ¿Por qué oiré voces en esta fría tarde? ¿Será esquizofrenia? Padre, ¿por qué me has abandonado?
APUNTADOR: Y eso es de la Biblia.
BARDO: Callad, voces. Hablo de mi padre, que me abandonó en un orfanato. Recuerdo bien aquel día. El resto es silencio.
APUNTADOR (enfadado): ¡Y ahora Hamlet! Así no se puede trabajar, este tío se pasa el libreto por el forro. ¡Yo dimito!
BARDO (impertérrito): Sic transit gloria mundi. Suavemente, como un suspiro. Sin darte cuenta de lo que sucede.
(Entra una CHICA y se sienta junto al BARDO.)
BARDO (a la CHICA): La lluvia en Berlín no tiene nada de particular.
CHICA: Perdón, ¿cómo dice?
BARDO: La lluvia en Berlín no tiene nada de particular.
CHICA (confusa): ¿Es una contraseña? ¿Es usted un espía?
BARDO: No, soy bardo.
CHICA: ¿En el siglo XXI? (Se aparta un poco de él.) ¿Ha bebido?
BARDO: Señorita, me ofende usted.
CHICA: Perdone. No era mi intención. ¿Qué quiere decir entonces con eso de la lluvia de Berlín?
BARDO: Me pareció una forma original de romper el hielo.
CHICA: Eso tengo que admitirlo, sí. Pero da un poco de miedo.
BARDO: No se queje, la alternativa era: «cantan las ninfas desnudas versos de mi imaginación».
CHICA: Perturbador.
BARDO: Como su belleza.
CHICA: Bueno, me suelen decir que es una belleza masturbadora, así que gracias, es bonita la novedad. Siento haberle llamado borracho.
BARDO: No importa. Además, es verdad que he bebido.
CHICA: Ya decía yo. Es que se le nota.
BARDO: ¿Sí? ¿Qué más me nota? Sea sincera.
CHICA: Pues… En la cara lleva escrito que es usted español. Esa tez cetrina, ese gesto de disgusto, ese metro y setenta centímetros de mala vida.
BARDO: Es usted severa.
CHICA: Es que soy bonita, ¿no lo recuerda?
BARDO: Sí. ¿Quiere que mate por su sonrisa?
CHICA: No es necesario. Soy partidaria de la no violencia.
BARDO: Yo también.
CHICA: ¿Entonces está usted en contra de las corridas de toros?
BARDO: Por supuesto. Los taurinos son todos unos futuristas.
CHICA: No hablemos del futuro, acabamos de conocernos. Dígame, ¿a mí no se me nota nada en la cara? Aparte de que soy guapa, que ambos lo sabemos.
BARDO: Se parece usted a Lili Marleen.
CHICA: Pero si es una canción.
BARDO: Da igual, yo la miro y oigo cantar en alemán.
CHICA: Eso es porque hoy juega el Manchester contra el Bayern de Múnich y está la ciudad llena de aficionados alemanes. Mire, están cantando en ese bar.
BARDO: Qué fea es la realidad incluso cuando es ficción.
CHICA: ¿Qué?
BARDO: No, nada. Que el fútbol es una bonita afición.
CHICA: ¿En serio?
BARDO: No.
CHICA: Viene el autobús. (Se levanta.)
BARDO (sombrío): Como la muerte.
CHICA: Qué melodramático es usted. Sólo es un autobús.
BARDO: Eso es lo que quiere que pensemos. Además, no es el mío. Yo espero al tres.
CHICA: La línea tres no pasa por esta parte de la ciudad, se ha equivocado usted de parada.
BARDO: Ha sido un error del destino, entonces. ¿La volveré a ver?
CHICA: Claro, cada vez que cierre los ojos y me recuerde.
BARDO: Digo en persona.
CHICA: Es posible, seguro que el destino vuelve a equivocarse.
(Telón.)
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