Me decían: «oye, ¿por qué no te autopublicas? Ahora es fácil». Y yo respondía siempre que eso de publicarse uno mismo sólo lo hacían los desgraciados y Walt Whitman, y a mí no me iba lo de escribir poemas sobre Lincoln o mozos de torsos viriles. Pero se me convence fácilmente, como cuando me dicen que quede con esa chica, que me conviene, y luego resulta ser una psicópata. Aunque no me quejo, que la vida sería mucho más aburrida sin tantas decisiones equivocadas. Además, esta vez me lo sugirió la chica más bonita del mundo y yo me rindo siempre ante la belleza. En fin, que yo me celebro y me canto...
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