Mi kiosco es una isla en un mar de soledad. Yo soy como Polifemo, pienso, y ella sólo viene para robarme mis ovejas, que son mis sueños, lo que es muy apropiado, pues para dormir (y, por tanto, soñar) recomiendan contar ovejas. Y me quedo mirándola con mi único ojo cuando se aleja como un esquife de frágil belleza, como Ulises en busca de una Ítaca que no soy yo.
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