—Hola, te llamaba para decirte «feliz cumpleaños» y todo eso.
—Gracias.
—Veintisiete años ya. Qué vieja eres, ¿no te da vergüenza?
—Oye, al menos yo no cumplo treinta la semana que viene.
—Ya, pero hoy estamos hablando de ti.
—Pues igual te ríes, pero cada vez llevo peor lo de cumplir años.
—No me sorprende nada, si cuando te conocí ya estabas preocupada por arrugas y cosas así. Con dieciséis años, ya te vale. Seguro que cuando tengas cuarenta serás cómo una vieja gloria de Hollywood y no saldrás a la calle, no tendrás espejos en casa y dirás a quien esté cerca: «¡Yo era muy grande!».
—Me estás deprimiendo.
—De eso se trata, ¿qué gracia tendría cumplir años si no fuera así?
—Bueno, de todos modos gracias por felicitarme, siempre eres el primero en hacerlo.
—Lo sé, soy el que más mola. En fin, te llamo dentro de un año. Cuídate.
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