lunes, 7 de julio de 2008

La chica rubia

Quedo con una chica rubia, lo que parece escrito por Ray Loriga, y eso que a mí no me pega nada ser escritor moderno, que lo mío es lo decimonónico. Quedo, como digo, con una chica rubia junto al mar, lo que es una agradable novedad. Trasiego cerveza mientras admiro su belleza trigueña y fantaseo con la posibilidad de que ella esté extasiada ante mi encanto afgano, aunque probablemente no ha bebido lo suficiente. Tienes cara de buena persona, me dice, y en ese momento sé que no se acostará conmigo. Yo que había ensayado las expresiones más canallas antes de salir de casa, yo que me paso toda la tarde con el ceño fruncido como si fuera el difunto Fernando Fernán Gómez, pero nada, me traiciona que la cara sea el espejo del alma. Oye, que puedo ser muy hijo de puta, estoy tentado de decirle, pero sé que no sonaría creíble. Y no me parece elegante contar que una chica me dijo una vez: "me encanta que, siendo tan bueno, puedas llegar a ser tan malo". Henry Miller se lo montaba bastante mejor que yo, pienso. Miro al mar. Todo sale mal. Nuevamente.

No hay comentarios: