jueves, 29 de mayo de 2008

Oficina

-Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?
-Yo... yo la amo, señorita.
-¿Cómo dice?
-Que la amo. Con locura, además.
-Sí, eso último es evidente. ¿Tiene usted una cita?
-¿Que si tengo una cita? ¿Para qué?
-¿Para qué va a ser? ¿Es que no ve que estoy ocupada? Usted puede perder el tiempo amándome si quiere, pero aquí estamos intentando trabajar. Esta empresa no se lleva sola, ¿sabe?
-Pero, pero, pero yo la amo, ¿acaso eso no importa?
-En un mundo ficticio no le digo que no, pero en el mundo real hay cosas más importantes. Hay que comer, por ejemplo. ¿Alimenta su amor?
-Alimenta el espíritu de ardor poético.
-Utilísimo, ya veo. Mire, si no tiene usted una cita me está haciendo perder el tiempo. Hay otros que esperan. Buenos días.
-Le pido perdón por mi comportamiento, ya no la molesto más. ¿Pero puedo pedir una cita para mañana?

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