Era sábado por la noche. La calle estaba desierta, salvo por algunas palomas insomnes. Había bebido demasiado y me acordé de unos versos de Leonard Cohen: "el perro no sólo es amistoso, cree que es humano; mi caso es similar". Hacía mucho frío. Le escribí un mensaje rápido a ella, que no quería ser sólo un personaje. Volví a casa en el último autobús, a las cinco de la mañana. La vida quedaba lejos.
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