Ella se pasea desnuda por la casa, consciente de la ventaja que le confiere su juventud. Por la posesión de cada centímetro de su piel se podrían declarar guerras, y es posible que alguna vez llegue a pasar, pero yo no le digo nada y me limito a observarla y ser cronista de su belleza. Ella me mira, sonríe, y me susurra al oído: "deja de escribir tonterías y ven a la cama". Y eso hago.
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