martes, 23 de mayo de 2006

Pases de lencería en cementerios

Le dije a Luisa que la quería, cuando no era cierto. Ella nunca sospechó la verdad, siempre tuve un talento natural para la mentira y la imitación de ciertos sentimientos que, por mi forma de ser, me eran extraños. Así, para ella fui siempre el perfecto amante, igual que para mis padres era el perfecto hijo y para mis jefes el perfecto empleado. Gracias a ello triunfé en la vida, lo que no me reportó ninguna satisfacción.

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