Todo empezó con un error. En la adolescencia escribí un relato malísimo y pretencioso con el que quería remover las conciencias y cambiar el mundo, pero toda la gente creyó que era una historia llena de inteligente ironía. Así, en vez de reírse de mí, me aplaudieron y animaron a seguir escribiendo. Así fue como triunfé en la literatura: siendo siempre malinterpretado.
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