Un hombre creía ser Napoleón, aunque evidentemente no tuviera motivos para ello. No había pruebas de que lo fuera, pero él se sentía Napoleón y se enfadaba con todo aquel que le negara su identidad. "Lo que pasa es que sois muy cerrados de mente", decía, "tenéis que hacer el esfuerzo".
Y ésta es la postura oficial de la Iglesia y los creyentes.
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