Volví a mi piso para intentar aclararme las ideas. Para mi sorpresa, había una llamada en el contestador. Lo primero que pensé es que se trataría de mi novia, la cual me había dejado hacía siete años. Seguro que se ha arrepentido, me dije. Pero desgraciadamente no era ella. Era mi jefe, que amenazaba con despedirme si no iba a trabajar al día siguiente. El asunto de mi alma robada me había distraído de tal modo que se me había olvidado que estaba obligado a acudir a diario a mi puesto de trabajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario