viernes, 30 de julio de 2004

Fragmentos de Un artista de la palabra

A la mañana siguiente me soltaron y me marché a casa. Como había pasado toda la noche en vela tratando de evitar que me violaran, estaba hecho polvo. Me metí en la cama abrazado a la aspiradora y dormí profundamente. Soñé que mi cerebro era una supernova y la gente pagaba por verla en una barbacoa que organizábamos en el jardín de un amigo. Nuestras perezas cocinaban lo que nos quedaba de espíritu combativo. Luego nos visitó Freud, que llevaba los labios pintados, y empezó a llamarnos reprimidos y nos acusó de querer acostarnos con nuestras madres, hermanas, tías, primas, abuelas, sobrinas, hijas, nietas, etc, etc, etc. Me desperté pensando en mi alma robada y convertida en insulsos pantalones (y además bastante horteras). ¿Cómo recuperarla? ¿Cómo encontrar al hombre que los llevaba puestos?

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