lunes, 15 de marzo de 2004

Desorden

Ella tenía un lunar en el labio y criticaba las obras de arte del Prado. Ahora mismo mi salud (física, mental y emocional) es un asco, pero creo que soy guapísimo con la luz adecuada (poca) y a cierta distancia (mucha). Aparte de estar chalado, soy bastante considerado con mis semejantes si tengo un buen día y me siento lleno de ilusiones que no puedo mantener en el tiempo. Al príncipe de los enanos no le saludaría nunca, eso sí, ya que aún tengo principios, cualidad que espero eliminar en el futuro (posiblemente suceda después de morir, es lo que tiene ser de esta manera). Natalia me regaló 3 días de su vida para que no olvidara Madrid. No creo que le importe si es a ella a quien no olvido. Desorden y tristeza son las desgarraduras de mi mente, así como la canción que no puedo cantar es lo que oigo cada vez que salgo a la calle.

Si damos por hecho que la felicidad es inalcanzable (u oferta equivalente), nos quedan la satisfacción y la euforia. Satisfacción es, por ejemplo, lo que sentí el otro día al ver que había sacado notable en metafísica. Aquel día también vi a Irene, de la cual decíamos que tenía síndrome de tourette (algo muy injusto por nuestra parte, pero a saber qué dirán de nosotros... vale, confieso que la idea fue mía, yo soy el culpable), que llevaba una minifalda vaquera que la hacía más deseable de lo acostumbrado, lo cual no deja de ser meritorio, ya que es una chica guapísima y con problemas mentales aparentes (mi tipo, vamos). En aquel momento, llevado por la satisfacción provocada por mi notable, decidí iniciar una acción de cortejo que consiguiera transmitirle la idea de mi existencia, pero no encontré aquello que llaman valor (la belleza ni la mencionaremos). En fin, no se trata más que de otro espejismo que será realidad en brazos de otro. Volviendo al tema de este párrafo, la euforia es más peligrosa y engañosa que la satisfacción, pero te lo pasas mejor mientras dura. Otras alternativas son la tristeza y la desesperación, de las que ampliamente se han hablado aquí (y se hablará, a mi pesar).

El PP ha perdido las elecciones y tenemos a Al Qaeda en casa (como no teníamos suficiente terrorismo, ahora lo importamos del extranjero). Una buena noticia y otra mala.

Y, como nota insomne final, estas noches me cuesta acostarme deseando despertarme a la mañana siguiente. Aunque ya debería estar acostumbrado, supongo.

Sobredosis de paréntesis.

No hay comentarios: