Morir no parece tan trágico, en cierta manera. El moribundo, cansado de la agonía, piensa en cerrar los ojos para dormir una última vez. Una vez definitiva. Qué importa ya nada. Sólo la persona sana se preocupa ante la idea. Todo habrá sido en vano, piensa. Todo el esfuerzo, toda la ilusión. Será como no haber nacido.
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