domingo, 21 de noviembre de 2021

Murphy

Murphy, periodista, corría calle abajo en pos de una noticia esquiva. La noticia, tras saltar de su bolsillo, buscaba un lugar donde esconderse de sus anhelantes manos, pues Murphy necesitaba imperiosamente una noticia que impidiese su inminente despido. El amor era un bolígrafo que no escribe, murmuró. Mientras pensaba tal gilipollez fue despedido. Para no deprimirse, fue al cine a ver un ciclo de cine tailandés, pero las películas estaban subtituladas en noruego. Tras descartar el suicidio como solución de futuro, Murphy dio un paseo por el parque esquivando a viejecitas, niños, perros, palomas y demás obstáculos naturales. Como gran lector, se dirigió luego a su librería favorita para adquirir un par de revistas porno. Sin embargo, se encontró allí a sus compañeros del coro de la iglesia y tuvo que dejar la adquisición de pornografía para mejor momento. En su lugar, se llevó una versión hippie de la Biblia (para hacer juego con la versión porno que ya poseía). Al llegar a su piso se sentó con gran donaire en el sofá y encendió la tele. Un rato más tarde recordó que había vendido el televisor siete años antes y que lo que estaba contemplando con atención era una fotografía de Dallas.

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