sábado, 11 de septiembre de 2021

La vida imaginada

Tras un mes en cama, mi padre se levantó y salió a hacer la compra. Y no para adquirir cuatro cosas sin importancia, sino que se dirigió al supermercado para llenar bien el frigorífico y la despensa. Nada podía faltar en casa, nunca se sabe lo que puede suceder. Y no fueron obstáculos ni la inmovilidad pasada ni un problema que tuvo con la tarjeta a la hora de pagar. Llegó sin novedad a casa y dejó la compra en el recibidor. O al menos así se lo contó a mi madre al despertar del sopor intermitente en el que su mente busca refugio desde hace un mes.

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