El martes enterramos las cenizas de mi padre. En el jardín, bajo el platanero, como quería él. Todo lo que fue, sus historias mil veces contadas y las que nunca contó, y todo lo que aún podía ser. Las lágrimas de mi madre reflejaban cuarenta y cinco años de experiencias y esperanzas en común. El dolor y la incredulidad nos mantuvo mudos en la ceremonia.
1 comentario:
Triste. Decir adios a un ser querido es muy duro. Dios les de el consuelo para soportar tu perdida.
Publicar un comentario