lunes, 9 de agosto de 2021

Gourmet

Mi padre se niega a comer lo que le ponen en el hospital porque «está insípido». «¿Está malo?», le pregunto. Reconoce que no, pero es que no está rico. Como si estuviera en un hotel y lo importante no fuera alimentarse. Diría que se comporta como un niño, pero me resulta muy extraño que un hombre criado en la posguerra sea tan caprichoso. Pruebo con el humor y le digo que peores cosas comería en la mili, pero no funciona. «En la mili se comía muy bien», afirma con convicción. Tentado estoy de preguntarle cuántas estrellas Michelin tenía el ejército español de los años cincuenta, pero me parece más sensato dejarlo pasar.

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