—Ya no se ven jorobados por las calles —sostiene mi padre—.
No los hacen. A lo sumo, te encuentras algún jorobado viejo. Son una
especie en extinción. Recuerdo que en mi calle había un lotero que
cobraba un extra por permitir que le pasaran el boleto por la joroba,
pero yo nunca se lo hice; me parecía una falta de respeto.
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