Suena el teléfono. Una voz llena de felicidad me dice: Hola, soy José, el mecánico. Yo contesto sin inmutarme que creo que se ha equivocado de número. El pobre hombre, abatido, me pide perdón. Qué cambio tan repentino en el ánimo, resulta casi desgarrador. A punto estoy de preguntarle si es que alguna atractiva mujer le dio un número falso, pero ya ha colgado.
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Jous
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