García se levantó una mañana de la cama cansado de que la vida y sus doradas oportunidades continuasen ignorándolo, por lo que salió a la calle a interpelar a los transeúntes con la conocida frase: ¿Qué hay de lo mío? Como nadie sabía responderle, empezó a golpear a los viandantes hasta que la policía procedió a detenerlo.
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