Durante muchos años me ha costado admitir que me desprecio y que creo que no merezco nada. Me marco objetivos inalcanzables sólo para poder fracasar, como si pensara que el fracaso es mi estado natural. Puede que lo haya intentando siempre con las chicas más guapas por asegurarme el rechazo. Aunque a veces me han hecho caso, quizá sorprendidas por mi audacia (que nunca ha sido nada más que pulsión de muerte).
1 comentario:
El mundo y los estrellamientos dolorosísimos pertenecen a los audaces.
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