Una noche empezó a sonar en la radio Modern love, de David Bowie. Era la señal pactada con la Resistencia, igual que en la Segunda Guerra Mundial los Aliados usaron el poema Canción de otoño, de Verlaine, para avisar del desembarco en Normandía.
De los portales de los edificios comenzaron a salir hombres y mujeres con expresión decidida. Corrían por la calle y ejecutaban arriesgadas piruetas, como Denis Lavant en Mala sangre. Se sentían desheredados por la vida y huían del amor moderno.
Hace falta paciencia para el amor moderno. Vocación. Es como cuando alguien estudia una carrera que le gusta, pero con asignaturas muy difíciles. Cómo no renunciar y buscar otra cosa. Como cantaba Bowie, tanto Dios como el hombre no creen en el amor moderno.
La policía detuvo a los insurgentes. Aquellos bailes no estaban autorizados y corría peligro la integridad física de los pacíficos ciudadanos que salieran, por ejemplo, a tirar la basura. Además, como arguyó un agente de la ley, el amor moderno de los años ochenta tenía por fuerza que estar obsoleto a estas alturas.
1 comentario:
... y ta lvez tenía razón, pero no es motivo suficiente para volver al amor medieval (o al derecho de pernada, ya puestos).
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