—Perdone, caballero, pero la línea más larga que tenemos es la del Transiberiano y no le deja nada cerca.
—No me importa hacer trasbordos.
—Uf, veamos… Podría coger un tren hasta Odessa y allí tomar un barco hasta Egipto. O hasta la misma Sudáfrica. Si no es indiscreción, ¿no está usted muy mayor para realizar viajes tan largos? ¿Qué se le ha perdido ahí que sea tan importante?
—Voy allí a cambiar el mundo.
—Ah, muy loable, sí. ¿Y cómo?
—Luchando contra la injusticia.
—Perdone mi impertinencia, pero no veo qué necesidad tiene la justicia mundial de que un anciano se sume a su bando en un extremo de África.
—No voy a hacerlo solo, contaré con la ayuda de Gandhi, un amigo indio que he hecho por correspondencia.
—Ajá. Claro que sí, señor. Serán diecisiete rublos.
Publicado en el número 44 de Obituario.
1 comentario:
Con este avance, la próxima novela irá de aventuras, presumo.
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