Fui a la cocina a por un vaso de agua y oí a un perro ladrar en la noche. Me sobrevino un pensamiento inmediato, doloroso e inútil: mi perro ya no puede hacer eso. Algo tan simple como ladrar a la nada. Ahora la nada es él. Ahora serán siempre otros perros quienes ladren sin motivo aparente. Es extraña la vida.
1 comentario:
La religión sirve para pensar que lo que le pasa a los perros (y a las lombrices de tierra o los paramecios) cuando dejan de metabolizar azúcares (delicado eufemismo) es algo distinto de lo que nos pasará a nosotros. Están completamente equivocadas, las religiones que proponen una trascendencia de la vida después. Que deben de ser todas, supongo.
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