De esta manera, el norte del Reino Unificado de Arnor y Gondor se industrializó, mientras que el sur permanecía rural, anclado en las tradiciones de la Tercera Edad. Pasados los años, muchas voces en Arnor abogaban por el fin de la esclavitud de los orcos. ¿Eran acaso ellos responsables de los delitos de Melkor y Sauron? ¿No habían pasado de una esclavitud a otra sin parar? ¿No merecían ser por fin libres? En Gondor, por el contrario, esta postura era considerada anatema. Los orcos eran una excelente mano de obra y además gratis, de ninguna manera iban a renunciar a ella. Viendo sus intereses en peligro, los señores feudales de Gondor declararon la independencia y nombraron a Elboron, hijo de Faramir, su rey. En Annúminas, el rey Eldarion, hijo de Elessar, afirmó que esto era ilegal y movilizó las tropas. Durante cuatro largos años, la guerra civil asoló el reino (Rohan permaneció neutral por cuestiones legales), pero finalmente prevaleció el norte y la esclavitud fue abolida.
Los orcos eran libres al fin, pero eso no significaba que tuvieran derechos civiles. Eran ciudadanos de segunda, no podían votar en las elecciones locales ni entrar en establecimientos para humanos. Esto provocaba disturbios de tanto en tanto. Azog X, uno de los cabecillas de la Nación de Melkor, abogaba por crear un estado orco, a ser posible en Mordor. Grishnákh Uruk-Kin, en cambio, tenía una visión en la que orcos y humanos podrían vivir juntos en paz y armonía, como defendió en su celebrado discurso de la Marcha a Annúminas.
Mientras tanto, cada año entraban en el Reino Unificado miles de haradrim sin papeles en busca de trabajo y un futuro mejor.
Publicado en el número 30 de Obituario.
2 comentarios:
Excelente.
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