domingo, 28 de septiembre de 2014

Morir

Primero visité mi antiguo colegio, del que salí hace veintidós años. Gardel dirá lo que quiera, pero veinte años parecen muchos: todo está distinto, aunque haya cierta sensación de familiaridad. Quizá como en un sueño, no sé. Después, visité el cementerio. Toda esa gente muerta. Tu familia no te olvida, ponía en algunas lápidas. Pero el entierro más reciente era de 1997. Morir y que no quede nadie para recordarte. Morir y ser sólo un nombre en una lápida, tal vez acompañado de una foto. Morir y nunca haber vivido.

1 comentario:

Microalgo dijo...

A ver. Que no es por ponerme cartujo. Pero no hay que perder de vista el hecho de que somos un puñadito de moléculas. No ser recordado, por otra parte, es lo que nos pasará a la mayoría, per ode ahí a no haber vivido hay un tramito. (No un trámite, he dicho un tramito).