viernes, 19 de septiembre de 2014

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Yo nací en verano, pero sólo teóricamente, pues no creo que un diecinueve de septiembre en Suecia pueda considerarse verano. Y menos en 1978, cuando el cambio climático era menos evidente. Nací por tanto en un verano vestido de otoño o en un otoño disfrazado de verano. No sé. Ayer era 2008, pero ya hace seis años de esto. Ayer era 2004, pero ya hace diez años de esto. Ayer era 1998, pero ya hace dieciséis años de esto. Es muy rara la vida. La prueba más cruel del paso del tiempo es que el año que viene tendré la misma edad que tenía el príncipe de los enanos cuando me quitó a Alba. ¿Cómo es posible esto? Si yo tenía veinticuatro años. Era joven, estaba lleno de esperanza. Bueno, lo último no es verdad. Pero era joven y se esperaba de mí que estuviera lleno de esperanza. Da igual, os escribo a cuatro años de los cuarenta, sentado junto a la chimenea, en batín y con una copa en la mano, mientras miro por la ventana con expresión de derrota y los cuervos graznan una y otra vez mi nombre. Algo así.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas felicidades! Cuatro años son un ciclo completo, dan para revolucionarlo todo. En todo caso, desde los 30 hasta los 40 es barra libre... o eso quiero pensar.

Microalgo dijo...

Me podría poner en plan Coelho y decir que "nadie nos quieta a nadie, los perdemos nosotros, y además no eran nuestros".

Pero LOS COJONES. Sí que nos los quitan, y si además son enanos insidiosos, pues les deseamos el peor de los herpes inguinales y que en breve se vean envueltos en una red de corrupción de menores que implique para ellos una temporada en la trena en la misma celda que Paquito el Rabo.

Perdón. Me he acelerado. felicidades, o algo.

Microalgo dijo...

¿Quieta? Quita, quería decir. Ajf. Odio no poder pulir los comentarios con más tiempo.