Y ahí estoy yo, haciendo el muerto en el Atlántico, dejándome llevar por las olas mientras Sonia, alarmada, me vigila desde la playa, no sea que me arrastre la resaca mar adentro y me devoren los tiburones. La reconozco por el sombrero, que sin gafas no veo muy lejos: parece una francesita que espera a que su amado vuelva del otro lado del mar. Y es bonito esto y me dejo mecer por las olas un rato más.
1 comentario:
Usted y su debilidad por las aparentes francesitas.
Tiburones no, pero cuidado con los pica-pica (Carybdea marsupialis Linné 1758).
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