Crucificado como si fuera un mesías hebreo, el espantapájaros se aburre de forma indecible, ya que los campos de maíz son interesantes sólo hasta cierto punto. Su suerte cambia el día en que conoce a la mujer del granjero y queda prendado de ella. Qué belleza, piensa, así que esto es el amor, a esto se refieren las personas cuando hablan de tener mariposas en el estómago. Y sonríe, pero las mariposas le devorarán por dentro en cuestión de días, pues en realidad son polillas que se comen el trapo.
2 comentarios:
Uh. Uh, uh.
(Ya sé que como comentario deja mucho que desear, pero es que este post me produce, digamos, centimientoz contdadictodioz).
Pobre espantapájaros!! Aunque no tuviera polillas, tampoco se puede vivir de la contemplación... :P
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