—Buenas. Vengo a ofrecerle un gran negocio: hacer publicidad de su empresa en mis novelas a cambio una cantidad razonable de dinero.
—¿Y usted quién es?
—Nadie, pero esto es sólo temporal. Tengo pensado convertirme en un escritor de éxito, objetivo que será más asequible con su apoyo económico.
—No nos interesa, gracias.
—No, espere, todavía no he terminado. Yo las novelas las voy a escribir con su apoyo o sin él. Igualmente, pienso convertirme en un escritor de éxito con su apoyo o sin él, aunque admito que me costará más sin ayuda. Pero su empresa va a aparecer en mis novelas en cualquiera de los casos. Eso sí: si no me apoya económicamente, su empresa aparecerá de forma muy negativa en mis escritos. Piense en el daño que esto haría a las ventas.
—Creo que es un riesgo que podemos correr, no tiene usted aspecto de escritor de éxito.
—Claro, porque ahora no lo soy. Pero tendrá que admitir que no me falta iniciativa. O ambición. Y añado que tampoco me falta espíritu vengativo. Usted verá. Piense que una obra maestra es para siempre.
—Bueno, bueno, tranquilícese, no haga ninguna tontería, ¿vale? Déjeme hablar con los de marketing.
2 comentarios:
Qué visión de futuro, por Manitú.
Y qué pico de oro.
Que nos queda sino un futuro de rabia y mediocridad...bonita metáfora de salvación.
saludos
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