Ministerio de Literatura. Un escritorio y una SECRETARIA sentada ante el ordenador. Entra un ESCRITOR.
ESCRITOR: Buenos días.
SECRETARIA: Buenos días. ¿Tiene usted cita?
ESCRITOR: Hace meses que no, pero si usted quiere... Vayamos a tomar algo.
SECRETARIA: Lo que quiero decir es si tiene usted cita para ser recibido hoy.
ESCRITOR: Ah, ya me parecía raro. Pues tampoco. ¿Es necesario tenerla?
SECRETARIA: No, pero desgrava. No importa, hoy es un día muy tranquilo y el ministro puede recibirle. Pase.
El ESCRITOR pasa al despacho del MINISTRO, en la otra mitad del escenario.
MINISTRO: Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle?
ESCRITOR: ¿Buenas tardes? Hace un momento era «buenos días».
MINISTRO: Me temo que no puedo ayudarle en eso: vaya al Ministerio del Tiempo. Pero no del tiempo meteorológico, sino del otro. Cierre la puerta al salir.
ESCRITOR: ¿Qué? No, no, mi problema es otro.
MINISTRO: Vaya, normalmente el ardid de las buenas tardes funciona. En fin, ¿qué quiere entonces?
ESCRITOR: Venía a pedir una subvención.
MINISTRO: Acabáramos. Nunca entran sobornadores por esta puerta, siempre escritores en busca de subvención.
ESCRITOR: Creo que podría desarrollar mi obra si se me apoyara desde las instituciones.
MINISTRO: Ya, claro. ¿Y qué hace usted? ¿Es poeta maldito?
ESCRITOR: El que más.
MINISTRO: ¿Sí? ¿Cuántas veces se emborracha a la semana?
ESCRITOR: Hum. Siempre. Ahora mismo estoy ebrio.
MINISTRO: No vaya de farol conmigo.
ESCRITOR: Está bien, estoy sobrio, pero es por falta de apoyo. Si el estado me respaldara, yo podría pasarme el día bebiendo y montando grescas. En estos momentos me veo obligado a llevar un malditismo a tiempo parcial.
MINISTRO: Ya tenemos muchos malditos, creo que no hay presupuesto para más.
ESCRITOR: Vaya. ¿Entonces no puede ayudarme de ninguna manera?
MINISTRO: ¿Qué le parecería ser escritor secreto? Es una subvención menor, pero también tendrá menos gastos que como maldito.
ESCRITOR: Pero es que yo quiero llamar la atención.
MINISTRO: Y la llamará. Después de muerto, claro.
ESCRITOR: No es lo mismo.
MINISTRO: ¿Y usted qué sabe? ¿Acaso ha estado muerto antes?
ESCRITOR: No. Pero es que esperar...
MINISTRO: Amigo, son tiempos difíciles. Para todos. Yo le recomiendo que acepte la oferta. Quién sabe, quizá el año que viene algún maldito se haya muerto; piense que no tienen una larga esperanza de vida. Sea secreto un año. O dos.
ESCRITOR: Vale, creo que le haré caso.
MINISTRO: Así me gusta. Hable con mi secretaria, que le dará unos formularios.
El ESCRITOR sale. El MINISTRO coge un palo y unas pelotas de golf, las deposita en el suelo y amenaza al público con golpearlas en su dirección, consiguiendo desalojar la sala en cuestión de segundos.
2 comentarios:
Jeee, jee, jeee...
(En Yankilandia, supongo que el amigo Hank acabó con el presupuesto)(Por cierto -esta vez sí-: no sé cómo duró el tipo setenta y pico años).
¡Muy buen final!
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