Me acuerdo de un San Valentín en el que una intensa lluvia nos pilló a Alba y a mí sin paraguas. Llegamos empapados a su casa, nos quitamos la ropa y nos metimos en la cama. A lo nuestro le quedaba poco más de un mes.
Me acuerdo de estar en la biblioteca de la Universidad de Castellón, leyendo mientras esperaba a que Babeth saliera del trabajo. Y las horas se me hacían eternas.
Me acuerdo de María hablando medio dormida por la mañana y no recordando luego lo dicho. Y acusándome, entre risas, de inventarlo todo.
Me acuerdo de una noche con Susana en la playa, con gaviotas amenazantes. Y un desayuno al día siguiente con el estruendo de cazas de combate sobre nuestras cabezas.
Me acuerdo de cosas así de vez en cuando, no sé muy bien por qué.
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