sábado, 6 de noviembre de 2010

Gente desconocida

Ayer tenía una llamada perdida en el móvil. El número era de un teléfono fijo, de Burgos. A quién conozco yo en Burgos, pensé, pero no se me ocurría nadie. Igual un amigo está de viaje y en Burgos se ha acordado de mí, me dije. Pero quién. Y por qué se acordaba de mí en Burgos. Qué había en Burgos que hacía pensar en mí. «En las calles oscuras y terribles de Burgos me acordé de ti». Aunque vete a saber cómo son las calles de Burgos, pues nunca he estado. Luego empecé a fantasear con que había sido una atractiva burgalesa que se dedicaba a llamar a números aleatorios en busca del amor. Bueno, amor u oferta equivalente. Y yo no había contestado. Había dejado pasar esa oportunidad. Esa oportunidad que ya no volvería, puesto que la chica luego habría llamado al siguiente número aleatorio. Ya no pasearía por las calles oscuras y terribles de Burgos junto a ella. Ya no sería yo el elegido. Pensé en llamar al número que aparecía en la pantalla del móvil y salir de dudas, pero me dio miedo que al final todo fuera más vulgar que lo imaginado, así que lo dejé estar.

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