—Hay un ratón en el cuarto de baño —dice ella.
—¿Y qué quiere?
—Déjate de bromas y acaba con él.
—¿Yo? ¿Y qué sé yo de capturar ratones? ¿Te crees que he hecho un curso o algo así?
—Pero eres el hombre.
—¿Y qué?
—Que es tu labor. Los hombres cazáis, lo lleváis en la sangre. Desde las cavernas.
—Bueno, sí, pero no es un mamut, es sólo un ratón.
—Más a mi favor: la tarea será más sencilla.
—Vale, vale, ya voy. Eso sí, que conste que lo cocinas tú.
—Imbécil.
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