Estalló la guerra porque era domingo y los ejércitos se aburrían en sus cuarteles. Uno de los generales contendientes carecía de todo oído musical, de forma que el estruendo de sus cañones resultaba muy desagradable: una sucesión caótica de explosiones que causó la crítica feroz de los futuristas. El general enemigo, por el contrario, era un compositor reputado y traía una sinfonía preparada de casa que la artillería ejecutó con gran maestría, con la colaboración desde las trincheras de granaderos trompetistas y francotiradores al violín.
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