domingo, 11 de julio de 2010

Hablar del tiempo

—Señorita, llevo un rato mirándola y ya no puedo más: tengo unas preposiciones deshonestas.
—Serán «proposiciones».
—No, no, son preposiciones. Estaba ahora pensando en tener su cuerpo bajo el mío, en follarla contra la pared, en estar entre sus piernas durante horas. Cosas así.
—¿Le parece bonito abordar a las desconocidas de esta forma?
—No es culpa mía: mi corazón está lleno de barro.
—Sí, ha llovido mucho este año.
—Eso es. Y yo sigo calado hasta los huesos.
—Pobrecito. Suerte tiene de que sea una buena samaritana. ¿Por qué no viene a mi casa a calentarse un rato?
—¿Sólo un rato?
—O dos.

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