«No seas tan trágica», le digo, y ella solloza al otro lado del teléfono: «es que siento como si fuera el fin del mundo». «El fin del mundo es muchas veces», contesto yo, y durante un instante pienso en añadir algo como: «yo lo sé muy bien, que no te tengo», o «de hecho, cada día sin ti es el fin del mundo», pero mejor no, que a ver con qué autoridad moral le digo que es muy trágica si me permito estos dispendios emocionales.
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