Siete y cuarto de la mañana. Esta incapacidad para levantarse de la cama. Estos buenos veinte minutos que pasan lentamente sin mover un músculo. «Quizá si no salgo de la cama, no empiece el día» y otros pensamientos absurdos. Y esta sensación persistente de que
todo es una farsa que vamos inventando cada día.
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