Falta un minuto, quizá dos, para las cinco de la mañana. No he dormido nada, mis ojos son faros que cortan la noche eterna y blablablá (todas esas tonterías). Todas las chicas bonitas descansan ahora. En brazos de otros, seguramente. Pero no importa: tengo en el bolsillo unas promesas de indulgencia y evasión y cientos de poemas que todavía no soy capaz de recordar. Tal vez mañana empiece.
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