No hay manera digna de decir: «tengo el corazón roto». Es imposible, hágame caso, caballero. Bueno, quizá pudiera hacerlo Bogart: con un cigarrillo en la comisura de los labios y la mirada desdeñosa. Quizá, sí. Encogiéndose de hombros, llevándose un vaso de whisky a la boca (quitándose antes el cigarrillo, claro, no fuera a meterlo dentro).
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