La señora Clotilde apura el café mientras observa por encima de las gafas a su vecino, del que sospecha que es el Anticristo. El vecino tiene las cejas muy pobladas, lo que claramente es un ardid para ocultar el 666 que a buen seguro tiene escrito sobre cada ojo. Se comportan de forma civilizada, aparentemente sólo son dos vecinos que han quedado para tomar algo en una cafetería del barrio. Sólo un observador avezado entendería que está asistiendo a un enfrentamiento del que depende el futuro de la humanidad.
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