—Joder, tienes el culo más duro del mundo —dice él.
—No es verdad —sonríe ella.
—Creo que aguantaría hasta puñetazos.
Ella no dice nada. Quien calla, otorga, piensa él. Un golpe seco con el puño en la piel desnuda.
—¿Te ha dolido?
—No.
Golpea con algo más de fuerza. Ella colabora alzando el culo.
—¿Y ahora?
—Tampoco.
Más fuerte ahora. Él la mira. Ella tan sólo jadea: «más».
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