—Greta me ha dejado.
—¿Otra vez? ¿Y ahora por qué?
—Dice que no me quiere.
—¿En serio? Ni que fuera una romántica ahora.
—Dice que hay un límite.
—De velocidad, sí. Pero esto es una relación de pareja, no conducción temeraria.
—El caso es que se ha marchado y se ha llevado con ella mi vida entera.
—¿Incluso los muebles?
—No, los muebles no. No le cabían en la maleta.
—Entonces no se lo ha llevado todo. Sólo su cuerpo perfecto y su risa de niña. Minucias.
—Gracias por recordármelo.
—Bah, te queda toda la vida para echarla de menos, dedícate ahora a no pensar en ella.
—Todo me parece tan oscuro de pronto.
—Es que se ha puesto el sol. Espera, enciendo la luz.
—Estoy solo en el mundo.
—No digas tonterías. A lo mejor tienes una novia en cada puerto y no lo sabes porque viajas poco.
—A lo mejor.
—Quizá te están esperando y lloran por las noches abrazadas a una foto tuya.
—Eso ya me parece muy exagerado. ¿Cómo van a tener una foto mía?
—Es una metáfora, pero podría ser algo literal. ¿Tú has estado en El Pireo? ¿Pues entonces cómo puedes estar seguro de que no hay chicas allí que lloran abrazadas a tus fotos?
—No sé, no me parece lógico.
—El mundo es un lugar extraño.
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