jueves, 13 de agosto de 2009

Escritos fonográficos

El señor Rutherford, irlandés por correspondencia, da una conferencia en la residencia de la tercera edad Atardeceres.
—Sabrán ustedes, amigos, que la vida es un desandar constante. Se vuelve siempre al punto de partida. Se busca el futuro, pero se encuentra un pasado que no fue tal. Esto puede parecer confuso, sobre todo para los que están dormidos en la última fila, pero no lo es. Yo mismo me he pasado la vida desandando en círculos concéntricos. Hay que empezar de nuevo siempre. Como si importara, como si uno creyera en ello. Es la única manera de sobrevivir.
—Perdone, caballero, pero no me estoy enterando de nada —interrumpe un anciano.
—No se preocupe, enterarse de algo es irrelevante. Así es la vida, un constante malentendido. Yo, sin ir más lejos (que no están ustedes para andar mucho), soy un escritor secreto. He pasado años y años redactando mis Escritos fonográficos, que versan de la vida en toda su extensión (que en algunos casos no es mucha, hay quien muere joven). Y para qué, dirán ustedes y a mí no se me ocurrirá ninguna respuesta convincente. Para nada, para nadie, porque sí; éstas son las respuestas que han de escribirse con letras de oro en toda vida.
—Yo pensaba que íbamos a asistir a misa —dice una señora—. ¿Nos va a confesar después?
—Sólo si se portan bien y dejan de interrumpir. Como iba diciendo, se vive porque algo habrá que hacer. Está el suicidio, claro, dirían ustedes si estuvieran atendiendo. Pero el suicidio es algo tan trágico. Y es un engorro casi siempre. Hay quien se quita la vida en una habitación de hotel, ¿pero no es eso una desconsideración hacia la limpiadora que, incauta, entra a hacer su trabajo y se encuentra de pronto con un cadáver? Hay que pensar en los demás. Se podría aducir a esto que la vida también es una incomodidad permanente y no hay motivo para que la muerte sea diferente. Es un buen argumento, y es bueno porque lo he escrito yo.
—Oiga, no es por estropearle su conferencia —dice un viejo—, pero a nuestra edad el suicidio ya no nos interesa. La muerte nos puede llegar en cualquier momento.
—Lo sé, pero son ustedes el único público que he podido conseguir del Ayuntamiento, ya les he dicho que soy un escritor secreto y el tercermundismo literario es así. Sin embargo, puedo leerles unos poemas si lo prefieren. Pertenecen a mi primer poemario: Las flores del mar. Tuvo mucho éxito entre mis amigos.

No hay comentarios: