—Yo también fui una puta muerta adolescente —dice la profesora Alfaomega a los alumnos de espiritismo, que atienden con atención y otras redundancias.
—¿Y estaba bien pagado? —pregunta el listillo de la clase.
—Cuidado, en esa curva me maté —dice de pronto la chica de la curva.
Los chavales reaccionan como un sólo individuo y dan un volantazo a sus pupitres, evitando de ese modo caer por el barranco que hay junto a la pizarra.
Luego entra en el aula el director de la escuela, que es la Muerte disfrazada de Sean Connery, y con marcado acento escocés pide una ouija con vodka al barman de la clase. El barman se parece a Maurice Chevalier, pero es Houdini después de una cura de mesmerismo. Tras escapar del saco en el que estaba encadenado, le sirve al falso Connery, que alza su ouija y reta a un alumno a contactar con el espíritu de una de sus vidas anteriores.
—¿Pero y si soy nuevo? —pregunta el alumno.
—No lo eres, tú ya has vivido antes, yo entiendo de esto —responde la Muerte escocesa.
El chaval deposita la ouija en su pupitre y comienza el acto de invocación de los difuntos. Abracadabra, musita. Hocus pocus, susurra. Beckenbauer, murmura. Pronto el vaso con vodka se desliza por el tablero formando palabras.
—¿Quién perturba mi descanso? —dice el muerto.
—Ground control to Major Tom —canturrea el alumno, pero se detiene al advertir la mirada amenazante de Sean Connery—. Hola, soy tú en otra reencarnación.
—Eso no es posible, no soy hindú.
—Créetelo, te llamo desde la escuela de espiritismo.
—¿Pero cómo va a ser posible hablar con las distintas encarnaciones de uno mismo? Eso es brujería. O peor: narcisismo.
—No tengas miedo, vengo en son de paz —dice el alumno, que ha comprendido que una mente primitiva no está preparada para entender que la comunicación entre la vida y la muerte es posible a través de un vaso y un tablero.
Pero ya es tarde, el muerto ha colgado. El vaso permanece inerte sobre el tablero, ya no lo mueven dedos fantasmales. El alumno comprende de súbito que ha suspendido. Sean Connery se acerca a él y cada paso retumba en la habitación, creando ondas en la superficie del vodka.
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