—Piénsalo bien: el judaísmo era una religión de pastores. El cristianismo, de pescadores. El islam, de camelleros.
—Sí, pero me parece un poco estúpido fundar una religión de ferroviarios.
—O de taxistas. O autobuseros. «Te conducimos por el camino recto». Podríamos hacerla de medios de transporte en general. «Con nosotros sí irás al cielo». En avión, claro.
—No sé, la gente prefiere creer en cosas intangibles. La realidad les parece aburrida. ¿Qué gracia tienen cosas auténticas?
—Nosotros también fabularíamos. Dios podría ser un fogonero que se acostó con una chica llamada Mercedes Benz y de la unión nació un piloto de aerolíneas comerciales que se estrelló por nuestros pecados y para que viajáramos cómodamente.
—El Espíritu Santo podría ser una avioneta.
—O un B-52 que bombardeó a Mercedes Benz hasta que se quedó embarazada.
—Hombre, eso quizá sería demasiado absurdo.
—Te recuerdo que estamos hablando de religión.
—Bueno, supongo que el B-52 también podría bombardear a los apóstoles.
—Para que prediquen la Palabra por el mundo.
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