viernes, 19 de junio de 2009

Vinieron del espacio exterior

Llegaron a eso de las siete de la tarde, una hora menos en Canarias. Eran verdes y de una de las lunas de Saturno. Hablaban de paz y hermanamiento interplanetario, lo que encandiló a los terráqueos. Tenían, no obstante, la costumbre de reproducirse por esporas que fecundaban por igual a los hombres y mujeres que tenían la mala fortuna de estar respirando. La Humanidad reaccionó con indignación ante tal intromisión en su intimidad (y en sus úteros y estómagos), pero la Iglesia se mostró comprensiva ante este fenómeno. Por una parte, los obispos declararon que el mismo Dios —o una paloma como representante legal— había descendido de los cielos para preñar a una humana (cosa que, por cierto, ya la habían hecho mucho antes varios dioses griegos, aunque esto lo obvió la Iglesia). Por otro lado, recordaron a los feligreses que el aborto seguía siendo un crimen horrendo aunque el feto fuera una tenia intergaláctica y que la vida empezaba en el momento de la concepción. Y no olvidemos lo bonita que es la procreación sin sexo, añadió un obispo con una sonrisa.

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