viernes, 5 de junio de 2009

Pequeñas carreras urbanas

Me molesta que me paren por la calle, sobre todo si no se trata de admiradoras, que, por otra parte, brillan por su ausencia. Una vez salía de un bar (bastante ebrio, por cierto) cuando escuché una voz femenina que decía: «eres Míchel, eres Míchel». Por fin, me dije yo, ya llega la fama que uno merece. Pero resulta que ya nos conocíamos, era una ex compañera de estudios. Qué feo es todo mirado de cerca. Volviendo a lo de ser parado por la calle, me molesta que lo hagan porque yo siempre voy a todas partes a paso ligero, casi corriendo, como si tuviera complejo de Antoine Doinel. Mi prisa, claro, es ficticia, pues no me espera nadie, pero yo aprieto el paso de todos modos, por si acaso, quién sabe, igual viene bien llegar pronto a los sitios. Iba yo el otro día a hacer unas gestiones cuando una señora entrada en carnes me dijo algo que no entendí, supongo que quería venderme algo; yo la miré brevemente y seguí mi camino. Oí que decía: tan hippie y tan antipático. Estuve a punto de pararme para quejarme y decirle que quizá aparente ser heavy, pero no hippie, que todavía hay clases, aunque lo de la antipatía estaba dispuesto a reconocérselo, era algo que me echaba en cara siempre Alba (por qué tienes que ser tan borde siempre, me decía, aunque yo creo que muy en el fondo lo encontraba atractivo). Pero no me paré, claro, porque detenerme para defenderme de las acusaciones de amor libre y flower power habría desmentido mi prisa y no hay que salirse del papel.

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